Español

Moty Benyakar

image
2016 Humanidades
  Diploma al Mérito

Moty Benyakar
Premio Konex 2016: Psicología

Nació el 02/04/1946. Premio Konex 2016. Maestro, Licenciado en Ciencias de la Educación, Licenciado en Psicología, Doctor en Medicina, Psiquiatra, Doctor en Psicología, Psicoanalista didacta de APA, Especialista en niños. Miembro de Honor de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA). Profesor de Honor de IL3, Universidad de Barcelona y del Departamento de Psicología de la Universidad Kennedy. Miembro de Honor Emérito de FAPEDEC (Fundación Argentina para el Desarrollo de la Educación y la Cultura). Presidente de Honor de la Sección de Intervención en Desastres de WPA. Profesor Titular de la Universidad del Salvador (USAL). Director del Equipo de Investigación en Psicoanálisis y/o Lo Disruptivo para el Doctorado en Psicología de USAL. Director de la Maestría en Psicoanálisis USAL-APA. Presidente de la ‘Red Iberoamericana de Ecobioética para la Educación, Ciencia y Tecnología. Cátedra UNESCO de Bioética’. Director Internacional del IBIS (International Bioethical Informational System).

 

Un trayecto de vida, por Moty Beyacar (2016)

Presentar un currículum vitae para un entorno como es Konex, que premia a un profesional por el mérito en la trayectoria de sus últimos años de actividad, a mi parecer, requiere aparte de los datos de actividades y desarrollos, una descripción de la trayectoria de vida, especialmente si se trata de alguien abocado a la Psicología y al Psicoanálisis. Por tal motivo he decidido como introducción a los datos curriculares hacer una descripción de mis experiencias que fueron la base de mi desarrollo profesional.

Desde mi adolescencia, como hijo de inmigrantes judíos de Turquía, criado en el barrio de Villa Crespo,  me he dedicado a ser instructor de jóvenes con los que soñábamos  construir un nuevo estado judío .La aspiración era desarrollar un Estado que albergue a todos los judíos del mundo, que puedan convivir con la población árabe, que aspiren a la igualdad y fértil convivencia con sus pares y vecinos.

Estas concepciones me llevaron a cambiar mis estudios secundarios como perito mercantil –ideal de mis padres– para estudiar la carrera de magisterio y poder seguir profundizando en la enseñanza y formación de los jóvenes.

Fue así que después de haber terminado el servicio militar en la Policía, emprendí viaje con mi grupo de pertenencia a Israel para incorporarnos a una aldea agrícola colectiva, llamada kibutz y de desde allí concretar nuestros ideales.

A nuestra llegada, fuimos a un Kibutz  fronterizo que durante seis meses, nos iba a preparar como agricultores para luego trasladarnos al Kibutz Gazit que sería nuestra nueva casa. Fue solo a los cuatro meses, que a unos metros de ese kibutz fronterizo comenzó lo que ha sido la guerra de los Seis Días. Una especial experiencia para un joven pacifista que tenía que estar en la trinchera preservando su vida y la de los demás.

Frente a esta situación ominosa que nos enfrentaba con los sonidos de la guerra y la muerte, la vida me dio un matiz diferente cuando  la enfermera del kibutz nos informó a mí y a la madre de mis hijos que estaba embarazada de nuestro primer hijo Yoav. Fue esa la primera de las cinco guerras que he participado en forma activa.

En aquellos momento  venía a mi mente lo que había leído años atrás del por qué de la guerra de Freud. No tuve contacto con los combatientes, solo conmigo mismo y con mis propios compañeros del kibutz.

Pasaron varios años, ya instalado en el kibutz y ordeñando vacas desde las 4 de la mañana hasta las 12 del mediodía decidí transformar mi lectura espontánea en estudios ordenados y sistemáticos. A pesar que en ese entonces tuve una clara oposición del kibutz a los estudios universitarios, porque contradecía el ideal del nuevo agricultor judío que debía ocuparse del trabajo físico, decidí orientarme por mi propio deseo y después de las 8 horas de ordeñe, seguir la carrera de licenciado en ciencias de la educación y psicopedagogía. Esto no obstruyó en nada mi dedicación a la crianza de terneritos ni al ordeñe cotidiano. Adentrándome en los caminos de la educación, y ya nacida mi segunda hija Einat, entendí que debía profundizar y dedicarme a la psicología clínica. De este modo, después de algunos años de haber trabajado como asistente educativo de los niños del kibutz, tarea que desarrollé con mucho placer y de la cual aprendí muchísimo, ya finalizada mi segunda carrera de Psicólogo Clínico, comencé a trabajar como terapeuta de los kibutzim cercanos, cuando estalló la sangrienta guerra de Yom Kippur, en la que estuve movilizado en el desierto de Sinai por medio año.

Fue en esos días que, junto con 11 profesionales, fundamos el Servicio de Salud Mental del Ejército de Israel.

No podía creer que un entorno tan amenazante como la guerra me podría llamar a la reflexión, sobre la existencia humana y el modo de enfrentar el sufrimiento que provoca este irracional y cruel entorno que es la guerra.

Fue el trabajar junto a mis colegas psicólogos y psiquiatras en esa guerra que me llevó a cuestionar la manera en que los médicos psiquiatras atendían a los soldados damnificados. Lo hacían con la máxima responsabilidad, profesionalismo y dedicación. Pero, junto a ello, no me parecía el modo mecanicista en que lo hacían. Recuerdo las horas dedicadas a anotar en mis fichas lo que observaba a mi alrededor. Sentí por un lado que aprendía mucho, pero que como profesional, quedaba con una deuda con aquellos que sufrían esos terribles impactos de la guerra, y que a mi entender,  había mucho que hacer por ellos. Pensé  que lo adecuado, era abordar esto de un modo en que  el hombre este por sobre el síntoma, y no que el síntoma sea el motor del tratamiento. Fue esto lo que me llevó a decidir estudiar medicina.

Resultó extraño que un profesional, con experiencia y una posición reconocida como psicólogo, decida  estudiar medicina, especialmente en Israel, que hasta ese entonces no había ningún psicólogo que estudiase medicina. Fueron varios años, lo que me llevó a concretar esto, ya sea por la oposición del kibutz como así también por los difíciles exámenes de ingreso a medicina, donde las exigencias era el dominio de las matemáticas, física, química, todas disciplinas que ni en el magisterio, ni durante mis estudios en psicología me habían preparado para ello.

Fue la Organización de todos los kibutzim que aceptó este desafío y me otorgaron una beca por 12 años para que estudie medicina y luego psiquiatría, para transformarme en el psiquiatra del Movimiento de los kibutzim. A pesar que me sentí muy honrado, todavía quedaba pendiente aprobar los difíciles exámenes de la Universidad de Tel-Aviv que de 2000 estudiantes que aprobaban seleccionaban solo a 80.

Ya excedido un año más de los 30 años que era el límite para ingresar a la facultad, habiendo aprobado con éxito los exámenes, quedé fuera de los criterios de admisión. Fue entonces, que una comisión especial, accedió a que cursará, por la trayectoria que había tenido como psicólogo dentro del universo clínico y académico.

Los dos primeros años no fueron sencillos, pero internamente sentí que ese era mi camino, articular la medicina, con la psicología, la psiquiatría con el psicoanálisis, y así encontrar el modo de afrontar eso que era lo que en ese momento llamaban ‘impactos traumáticos’.

Durante los primeros dos años de mi carrera, se cristalizó una percepción que se iba gestando en mí, y era el hecho que el kibutz, poco a poco, iba desvirtuando los ideales por los cuales yo me había incorporado al movimiento.

A pesar que los estudios universitarios son muy onerosos, fue en ese momento que decidí renunciar a la beca otorgada por el movimiento de los kibutzim, y trasladarme con mi familia a Tel-Aviv, para continuar mis estudios en Medicina, trabajando como Psicólogo. Esta fue la única beca económica que recibí en mi vida. A pesar de ello, decidí renunciar a ella, para sostener mis ideales.  

Durante la cursada, se desencadenó otra guerra, en la que participé. Una vez más, mis interrogantes e inquietudes en relación a la dinámica de lo traumático y su abordaje clínico, se incrementaban.

En la división de Salud Mental que habíamos fundado en el ejército, seguíamos desarrollando programas de asistencia y preparándonos para hacer frente a cualquier contingencia parecida.

Finalizado mis estudios como médico, habiendo sido premiado por mi investigación acerca del trauma, obtuve el título de Doctor en Medicina, y comencé los 5 años de residencia en psiquiatría.

Durante esos años, ya profesor de psicoterapia en la Universidad de Tel-Aviv, con otros colegas fundamos el Instituto de Psicoterapia Psicoanalítica  de Grupos, que dirigí durante varios años. Dada mi experiencia en psicoterapia, solicite un permiso especial de comenzar el programa de psiquiatra en el Hospital Beit Levinstein, en ese entonces uno de los  más prestigiosos en el tratamiento de personas con lesiones cerebrales. Por no estar en la currícula de formación en psiquiatría, no me permitieron que ese año de experiencia sea parte de la residencia. Por mi especial interés en las consecuencias psíquicas de las lesiones cerebrales, trabajé por mi cuenta en ese hospital.

Comencé la residencia en Psiquiatría, y continué por dos años más supervisando al equipo de Beit Levinstein en relación a las técnicas de tratamiento que articulaban las neurociencias con los principios del Psicoanálisis.

En los últimos 2 años de mi residencia fui aceptado en la Asociación  Psicoanalítica de Israel en Jerusalén  para comenzar mi formación como psicoanalista, la cual finalicé al cabo de siete años, como Miembro Adherente, tiempo mínimo requerido para finalizar la formación en Israel.

Durante esos años, aconteció un fenómeno inesperado: la Primer Guerra del Golfo, en la cual Iraq lanzaba en forma permanente misiles a la población civil. Israel no declaró la guerra, por lo tanto, por ley no podía activar a su ejército. Toda la actividad preventiva y de atención clínica que como reservistas habíamos preparado durante todos esos años no se pudo poner en práctica para asistir y atender a la población civil damnificada. Fue entonces que me comuniqué en forma directa con el Intendente de Ramat Gan y de Tel-Aviv, para organizar la atención en dichas ciudades, y es así que dirigí la atención de los ciudadanos damnificados, creando un modelo especial de asistencia y tratamiento en esas circunstancias.

Como nunca fui militar de carrera, sino reservista como todos los ciudadanos del país, continué colaborando desde ese lugar en este tipo de situaciones, y desarrollando modelos especiales de atención, siempre cuestionándome acerca de la esencia de este tipo de impactos en el psiquismo. Si bien ya la corriente americana  estaba muy difundida, entendí que había que desarrollar modelos de abordajes más relacionados a la psicodinámica y al psicoanálisis. Así continué con esas metas durante años.

Seguí desarrollando mi investigación acerca de la especificidad de los impactos psíquicos que son consecuencia de enfermedades cardiovasculares a diferencia de aquellas que veía en las guerras.

 

Esto es lo me llevó a dirigir una investigación que involucraba diferentes centros en el mundo: Israel, Argentina, Bélgica, Alemania y la Unión Soviética. Dicha investigación fue la que me trajo a la Argentina a incluir al equipo del profesor René Favaloro. En esos viajes comencé a establecer contactos con los profesionales argentinos y con quien es mi actual esposa. Es así que a pesar de tener un lugar central en la Universidad de Tel-Aviv y en el entorno de la Salud Mental en Israel, en 1994 decidí venir a la Argentina por un año.

A los pocos meses de mi estadía en la Argentina ocurrió el ataque terrorista que destruyó el edificio de la AMIA y causó muerte y daño psíquico a muchos ciudadanos. Fui convocado por la AMIA a asistir a los damnificados, pero decidí hacerlo desde el Hospital de Clínicas, y convoqué a la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) a APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires) y a AAPPG (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo). Cuando postulé este trabajo en conjunto se adujo que no iba a tener ninguna chance en articular a un hospital como el Clínicas con tres Asociaciones que no acostumbraban a trabajar en conjunto.

A pesar de ello, logré que durante un año y medio se trabajará en forma efectiva e integrada para asistir a aquellos que así lo necesitaban. Fue este uno de los tantos motivos que me llevaron a extender mi estadía en la Argentina por más de un año. Fueron pasando los años, y es así como me encuentro arraigado a mi país de origen.

Poco a poco, me fui insertando dentro del ámbito profesional, y fui convocado por la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador a dictar clases allí.

En el año 1996 ya había comenzado a escribir acerca del concepto de Lo Disruptivo, como alternativa de lo que en el mundo se llama Situación Traumática.

Sabía que iba a ser muy difícil ir en contra de la corriente norteamericana que tanto hincapié hacía y hace en el concepto de Estrés Post Traumático, pero entendí que esa categorización lleva a varios errores tanto conceptuales como clínicos.

 

A partir de este desarrollo, Lo Disruptivo se transformó en el eje central de lo que hoy se conoce como la corriente latinoamericana del abordaje de este tipo de problemáticas. Tanto en los ámbitos universitarios, como así también dentro del entorno judicial, el concepto de Lo Disruptivo se va utilizando cada día más. Los profesionales de la Argentina son los que lideran, a nivel internacional, dicha corriente.

Fue en esos años que el Prof. Carlos Collazo me propuso entrar como secretario de la Sección de Intervención en Desastres de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA), entorno en el que activo desde entonces y que luego presidí durante más de 10 años.

Esta experiencia tanto en Israel como la intervención en desastres a nivel mundial me incentivó poco a poco a centralizarme cada vez más en la temática de lo traumático y el Estrés. Sumado a mi labor como docente universitario, publiqué 6 libros sobre el tema y más de 240 artículos y capítulos de libros.

Fue en la ceremonia del  congreso de Yokohama, en el 2001, que sin que me hayan notificado, fui nombrado Miembro de Honor de la Asociación Mundial de Psiquiatría, junto a los 6 psiquiatras más destacados a nivel mundial durante esos últimos 3 años. Sorprendido por la noticia inesperada, envié un mail al ejecutivo de dicha institución preguntando el motivo por el cual se me había otorgado dicho título. La respuesta recibida fue por la creatividad y la originalidad en el desarrollo profesional.

Uno de los alicientes importantes en mi carrera profesional fue el hecho que se hayan reconocido esas condiciones ya que nunca me he ubicado en posiciones jerárquicas dentro de las estructuras profesionales.

 

Desde los comienzos de mi estadía en la Argentina participé, en el área de la Salud Mental, en casi todas las situaciones de desastres naturales y los producidos por la mano del hombre, además de las que mi función me llevaba a cumplir en el exterior. A pesar de activar y desarrollar modelos de intervención en desastres, siempre lo combiné con mi actividad clínica como psicoanalista, abordando las vicisitudes clínicas que los pacientes traían de su vida cotidiana.

Cuando escribí mi artículo “Del diván a las piedras”, traté de manifestar el modo en que se potenciaba la labor en la guerra y los desastres  con la actividad clínica cotidiana.

Una temática que me preocupa profundamente, se remite a las relaciones entre el hombre y el hombre, y el hombre y su entorno. Entendí que desde mi lugar como clínico y académico en mi actividad cotidiana debía enfrentarme con ella.

Fue en el año 1999 que el Profesor Amnon Carmi me propuso que desarrollemos lo que hoy es la Red Internacional de Bioética de la Catedra de Bioética de la UNESCO. Después de adentrarme sobre las vicisitudes del desarrollo de la Bioética, entendí que esta disciplina estaba demasiado centrada en médicos y abogados, a pesar que postulaban una Bioética integral y Global. Fue entonces que le propuse a la UNESCO el concepto de Ecobioética, desarrollando como Sub unidad la 'Red Iberoamericana de Ecobioética de la Catedra UNESCO de Bioética'. Red que se ha desarrollado paulatinamente y hoy cuenta con más de cien países adheridos.

La postulación del concepto de Ecobioética llevó a la Universidad de Barcelona a nombrarme Profesor de Honor de la misma.

Estos desarrollos siempre fueron acompañando mi labor clínica, académica y de investigación. Pero lo que fue en su momento el incentivo para articular la psicología, con la medicina, por medio del Psicoanálisis y la Psiquiatría es lo que me sigue orientando, y es así que entendí que debía continuarlo y desarrollarlo.

 

Fue en el año 2000 que la Asociación Psicoanalítica de la cual soy miembro me propuso el desarrollo de una Maestría en Psicoanálisis. Una vez más, entendí que sí aceptaba esa propuesta,  llevaría a intensificar las divisiones y no la integración. Es así que le propuse a la Asociación Psicoanalítica Argentina y a la Universidad del Salvador unirse en la propuesta a la CONEAU de una Maestría, preservando las características de cada una de las instituciones. Esto es lo que hoy es la Maestría en Psicoanálisis USAL-APA.

Este fue el primer paso en la Formación integral y pluralista del Psicoanálisis. Esta Maestría es la primera en el mundo en la que se une una Asociación Psicoanalítica con una Universidad, para otorgar un título académico dentro del Psicoanálisis. A su vez, desde los primeros días está auditada y supervisada por un comité internacional. 

Faltaba el paso de una mayor profundización e investigación a nivel internacional. Es así que a partir del 2010, he fundado y dirigido el Grupo de Investigación en Psicoanálisis y/o lo Disruptivo para el título de Doctor en Psicología de la Universidad del Salvador. Es dentro de este entorno que conjuntamente con otros colegas pudimos comenzar a llevar a cabo esa articulación que tanto había añorado desde los primeros pasos en mi formación. Hoy en día, sumado a la maestría que cuenta aproximadamente  con 30 Maestrandos cada año, tenemos 70 doctorandos entre las  entre las 3 cohortes.

Puedo decir hoy que al recorrer la trayectoria profesional en mi vida, pude ir avanzando para el desarrollo de los ideales que fueron el motor de mi formación y de mi actividad profesional.

Hoy al recibir el premio Konex al mérito en psicología, me surgen los mismos interrogantes que cuando fui nombrado miembro de honor de la Sociedad Internacional de Psiquiatría. ¿Cuál habrá sido el motivo que llevo al jurado a postularme para dicho título?, ¿Fueron las funciones profesionales, las investigaciones y las publicaciones, o habrán sido mis ideales de vida que trate de volcar en la profesión?