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Paisaje I, 1964

Pintura sobre madera, 158 x 145 cm

Biografía:

Marcelo Bonevardi
Premio Konex de Platino 1992: Técnicas Mixtas: Quinquenio 1982 - 1986
Premio Konex 1982: Pintura no Figurativa

Nació el 13/05/1929. Arquitecto (UNC, 1948). Becado por la Fundación Guggenheim (1959 y 1963) y por el New School for Social Research (1963 y 1964). Se desempeñó como Profesor de Artes Plásticas en la (UNC, 1956). Es autor de numerosas obras expuestas como Andamio (1991), Observatorio (1991), Refugio (1992), Cazador de sombras (1992), Caja de malabarista (1993) y Trampa (1993), entre otras. Realizó muestras individuales, algunas de ellas en la Galería San Diego (Colombia, 1979), la Galería Jolliet (Canadá, 1979), el Museo Juan B. Castagnino de Rosario (1988), el Museo de Arte Religioso de Córdoba (1993) y la Galería Zurbarán de Buenos Aires (1994). Su obra Paisaje I (1964) formó parte de la II Muestra Konex 100 Obras Maestras - 100 Pintores Argentinos (exposición antológica de la pintura argentina) en el MNBA (1994). Obtuvo el Premio Internacional X Bienal de San Pablo (1969), el Primer Premio de las Naciones Unidas (1969) y el Premio Rosario (1987). Falleció el 01/02/1994.

 


Comentarios:

Paisaje I, 1964
Pintura sobre madera, 158 x 145 cm
Colección Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires

Al espectador que no conozca la obra de Bonevardi, le llamara la atención que haya dejado de lado el piano de la pintura tradicional y trabaje en composiciones que aúnan la imagen pintada y el relieve escultural.
El rigor de la estructura, la relación con la arquitectura establecida por la doble vertiente de la construcción de la obra y por las alusiones, los recursos de composición fundados en la sección aurea, nos aproximan en apariencia, a un mundo de orden.
Sin embargo, iluminados por increíbles azules lapislázuli, marrones rojizos y el fulgor de los blancos, nuevos pianos secretos van revelándose. La tela de lino grueso, sobre la cual la pintura adhiere de manera especial, los fragmentos ensamblados, las armazones de madera que determinan nichos o zonas rehundidas donde se depositan esferas, pirámides u otros elementos manufacturados meticulosamente por Bonevardi, nos van llevando insensiblemente a un mundo imaginario. Mundo donde el artista ha emplazado su simbología personal, su asombro frente al infinito, sus incursiones a la historia para espigar miedos y expectativas que acompañan al hombre desde siempre.
La carga mágica de estas obras parece venir de muy lejos en el tiempo. Por eso Dore Ashton escribe que estas superficies esculturales colgadas de la pared se traducen más bien como excavaciones. Es como penetrar en una ruina antigua, encontrar pedazos quebrados de antiguos ídolos, símbolos de algún ritual desaparecido63.
Su imagen sugiere un extraño enlace con lo primitivo y con lo esotérico, con el talismán o la máscara pero se vincula con no menos fuerza con subterráneas corrientes de nuestro inconsciente y con esa íntima, personal, sensible e intransferible experiencia de las cosas que cada uno posee.
Para ello enriquece sus obras con arcos, molduras y cenefas decorativas, proyecta sombras que vuelven equívoca nuestra percepción del espacio, hace cambios abruptos de perspectiva, utiliza planos diagonales y escorzos inesperados.
El mundo de Bonevardi tiene muchos puntos de tangencia con el de Borges. En ambos, la preocupación metafísica planea sobre la obra y oculta su penetrante inteligencia detrás de los prodigios del laberinto.
Retiene, como De Chirico, el aliento frente a lo incognoscible pero no lo vuelve amenazante, sino transparente y lírico a través de un difícil equilibrio entre lo racional y lo sensible. Bonevardi residió desde 1959 en Estados Unidos hasta poco tiempo antes de su muerte en Córdoba.

Nelly Perazzo