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Patio santiagueño, 1941

Castagnino, Juan Carlos

Óleo sobre tela, 61 x 94 cm

Biografía:

Castagnino, Juan Carlos (1908-1972)
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Patio santiagueño, 1941
Óleo sobre tela, 61 X 94 cm
Colección Álvaro Castagnino, Buenos Aires

Patio santiagueño, se encadena con todos los temas de nuestra tierra que Juan Carlos Castagnino pintó y dibujó: la llanura y la costa bonaerense, las tierras rojizas del Norte, los campesinos, la tierra seca, el paramo de soledad y de lodo, los pajonales, los médanos y los caballos.
Sus caballos bravíos, en libertad, son también el símbolo de su personalidad impetuosa dispuesta siempre a hacer oír su mensaje de solidaridad humana; por otra parte, son testimonio de una naturaleza, de un país, de la realidad argentina y latinoamericana.
Castagnino conoció bien la pintura europea y supo que tenía que tomar de los nuevos lenguajes un manejo de la forma que lo liberara de provincianismos, pero su sentir frente a la naturaleza americana, espacio abierto al infinito, horizonte del mar o de la pampa, soledad del médano o de la laguna, tenía que lograr poner el aprendizaje europeo entre paréntesis, para que ninguna sugestión de la forma pudiera quitarle esa aspereza, ese domeñado brío que implica el ser americano, ese carácter abrupto de una naturaleza todavía salvaje, abierta, de respiro amplio.
A la galería de pintores de lo nuestro: Gómez Cornet, Policastro, Farina, Egidio Cerrito, Gertrudis Chale, Supisiche, Giambiaggi, Castagnino unirá su pintura, con rasgos propios.
"Impulsivo, lirico y rebelde", usara el color en ritmos dinámicos, el escorzo hasta el virtuosismo, el pigmento a veces enarenado, grumoso, brillante o mate según sus necesidades, el arabesco airoso, dejando a veces que el dibujante encabalgue al pintor. Sera maestro en ese trazo fluido y múltiple que no fija jamás la imagen en una visión única, sino que la multiplica, volviendo una y otra vez sobre sí mismos como huellas o registros de movimientos potenciales.
En ese friso de personajes nuestros, ha sabido ver, más allá de cualquier pintoresquismo, el discurrir de la vida. Logro mostrarlos, simplemente, en su realidad que no necesita otro comentario para ser conmovedora y profunda.
Ilustrando a José Hernández le dio un rostro a Martin Fierro. En el consiguió aunar lo regional americano con lo universal, porque el personaje encarnado por Castagnino es el hombre de todos los tiempos enfrentado con su destino.
Además de su presencia como pintor y dibujante, Castagnino hizo murales como La ofrenda de la Nueva Tierra (Sociedad Hebraica Argentina) y entre otros los de las Galerías Pacifico con Spilimbergo, Berni y Urruchua.

Nelly Perazzo