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La distancia de la mirada VI, 1976

Carbonilla y pastel sobre tela, 150 x 150 cm

Biografía:

Antonio Seguí (1934-2022)
Premio Konex de Platino 2002: Gráfica
Premio Konex 1992: Pintura: Quinquenio 1987 - 1991
Premio Konex 1982: Pintura Expresionista

Nació el 11/01/1934. Premio Konex de Platino 2002. Premio Konex 1992 y 1982. Estudió pintura y escultura en Francia y España. Expone por primera vez en Argentina en 1957. Desde 1963 reside en París. Expuso sus obras en España, Francia, Finlandia, Grecia, Irak, Japón, Suiza, EE.UU. y Latinoamérica. Profesor de la Escuela Superior de Bellas Artes de París (1985-91). Su obra La distancia de la mirada VI (1976) formó parte de la II Muestra Konex 100 Obras Maestras - 100 Pintores Argentinos (exposición antológica de la pintura argentina) en el MNBA (1994). Su obra puede relacionarse al informalismo, al surrealismo y al expresionismo, utiliza personajes grotescos supervivientes dentro de un encuadre urbano. Miembro de la ANBA. Premios: Gran Premio FNA (PK) (1990); Di Tella a las Artes Visuales (1989); Medalla de Oro XI Trienal Gráfica Internacional de Noruega (1995); Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe, Puerto Rico (1986); Gran Premio, Bienal de Grabado de Cracovia, Polonia (1968) y Primer Premio internacional de la Ciudad de Darmstadt, Alemania (1967). Condecorado por el Gobierno Francés. Falleció el 26/02/2022.

 


Comentarios:

La distancia de la mirada VI, 1976
Carbonilla y pastel sobre tela, 150 x 150 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires

En esta obra de Antonio Seguí, la arquitectura adquiere una enorme fuerza a través de la precisión de sus líneas, del rigor de sus ornamentaciones geométricas. La puerta está abierta, pero una oquedad misteriosa nos cierra la entrada, no menos que esa pared que ocupa una parte considerable en altura hasta el punto que el personaje parece muy incomodado para ver lo que ocurre del otro lado. Este personaje del cual vemos casi solamente la ropa y la naturaleza entrevista a lo lejos, son los únicos elementos vivos del cuadro.
El clima de misterio se logra por pequeños deslizamientos como el escamoteo del rostro; el espacio parcialmente en bambalinas a la derecha (primer plano, personaje, muro, árboles). La extraña pulsación que adquiere la pared con esos ladrillos que aumentan de tamaño acompasadamente. En paleta de grises y amarronados, salvo la iluminación de la manga y el estallido azul del cielo, todo parece sombrío y extraño. A partir de la construcción y acentuado por el enfoque frontal, queda muy poco espacio ante nosotros, y se precipita hacia adelante, sólo aludido a través de la sombra del banco y los escalones aplanados. Tenemos la sensación de lo vedado, lo prohibido, de la imposibilidad de acceso. La angustia de no ver, de no comprender, aumenta la sensación de vacío.
Seguí, como Magritte, nos recuerda —al dejar una franja de tela sin trabajar todo alrededor que estamos ante una pintura. Nada más y nada menos. Como él, Seguí se atreve a transgredir todas las reglas y a ser testigo del hombre anónimo de la gran ciudad, del burgués medio, al cual sustraen de la banalidad volviendo extraordinario lo ordinario.
Es imposible separar la pintura de Seguí de la figura humana. A través de las numerosas y sucesivas transformaciones de su imagen, fue neofigurativo con intención que oscilaba entre la disconformidad y la socarronería; fue Pop con enorme variedad de recursos, introduciendo en su obra características de los comics; pintó escenas burguesas de los años 30 y 40; hizo la cita de Rembrandt en La lección de anatomía, en forma respetuosamente iconoclasta; paisajes campestres utilizando carbonilla y pastel sobre tela y que por su carácter enigmático y ambiguo y por su técnica están muy próximos a la serie La distancia de la mirada.
En la última serie, que admite muchas variantes, Seguí despliega un conjunto monumental de figuras anónimas, apeñuscadas y solitarias que por su inseguridad se debaten en medio de la pérdida de sentido. Ridículos en su candidez y elementariedad, el humor cáustico del artista, disfraza su patética realidad de incomunicación, mediocridad y desconfianza".
Antonio Seguí, residente en París desde 1963 es un reconocido valor internacional de la pintura argentina.

Nelly Perazzo