Hijo de inmigrantes italianos, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de donde regresó en 1917. Recorrió el interior del país y se asentó en la región de Cuyo. En la historia del grabado en San Juan aparece que un oscuro empleado de Correos, construyó una prensa de madera en los trapiches vineros. Era Lino E. Spilimbergo. En San Juan hizo su primera exposición individual en 1912 y el año siguiente fue galardonado con el Premio al Grabado en el Salón Nacional.
Su viaje a Europa fue decisivo en su formación. En Italia estudió a fondo los primitivos y el arte del Renacimiento. "La fuerza constructiva de un Paolo Ucello, un Masaccio, un Piero della Francesca nutrieron su convicción de que el problema plástico constructivo era uno de los ejes que sustentan la obra plástica. Otra de las grandes lecciones que le dio Italia a través de sus maestros del Renacimiento fue el equilibrio poderoso de sus composiciones. Agreguemos la importancia que tuvo para él conocer la persistencia del tectonismo peninsular en artistas como De Chirico, Carrá y en los movimientos más actuales de Valori Plastici (1919) y Novecento (1923). Tienen también raíz itálica sus escenográficas terrazas, sus pinturas de figuraciones mitológicas y el clima metafísico de muchas de sus obras"28.
En París, tuvo como maestro a André Lothe quien lo introdujo en un cubismo atemperado y lo llevó a imprimir a sus figuras una geometrización que adensaba y animaba los volúmenes. Es por su solidez estructural que se le puede relacionar con los realismos de la década del 20 y del 30 llamados en Europa "Retorno al orden". Estos artistas continuaron con los géneros tradicionales, como retratos, naturalezas muertas y paisajes, conservando el gusto por el oficio riguroso y marginándose en cierta forma de las audacias del lenguaje vanguardista. Logran sí una monumentalidad que es fuertemente evidente en los retratos de Spilimbergo, así como en muchas de las obras de su compatriota Antonio Berni en esos años.
Manejó el color con extraordinario acierto envolviendo a veces a sus personajes, a sus paisajes y escenas en atmósferas plateadas o doradas. Su composición revela su enérgica capacidad de síntesis lo mismo que sus dibujos que cuentan entre los mejores del país. Son notables sus ilustraciones del libro Interlunio del poeta Oliverio Girondo (1937) y las 36 monocopias sobre La historia de Emma (1935).
Como muralista dejó entre otros el fresco realizado en la cúpula de las Galerías Pacífico de Buenos Aires: Lucha del hombre contra los elementos. Tuvo una labor significativa como director del Departamento de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán".
Nelly Perazzo