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El raigón, 1949

Supisiche, Ricardo

Óleo sobre tela, 100 x 70 cm

Biografía:

Supisiche, Ricardo (1912-1992)
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El raigón, 1949
Óleo sobre tela, 100 x 70 cm
Colección Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, Santa Fe

Dentro de lo que el crítico Córdova Iturburu llamara "la revelación pictórica del país", los pintores de Santa Fe ocupan un lugar significativo.
Supisiche vivió en plenitud este proceso de identificación con su motivo: el río, la canoa, los habitantes solitarios de la costa, los ranchos y los yuyales, los sauces, la isla con sus misterios cotidianos, fueron tan intensamente vivenciados, que fue natural para él abandonar una transcripción minuciosa del motivo y hacia 1950 llegar a un despojamiento pleno de resonancias. Pero necesitaba aún más: en primer lugar viajar a Italia y entrar en contacto con el clima de la pintura metafísica De Chirico y Carra, los movimientos Valori Plastici y Novecento, la comunidad de intereses con otros artistas como Sironi. A partir de allí pudo detener el tiempo, magnificar la dimensión espacial, aprehender la instancia de que la realidad por muy cercana que parezca, no puede sino poner en evidencia el misterio.
Como Morandi y entre nosotros Farina o De Monte en Córdoba, repetirá sus temas porque lo que importa no es el tema sino el valor simbólico del encuentro del hombre con el mundo y su asombro ante lo inasible.
A su regreso, con una paleta baja de marrones y ocres, algún bermellón, los grises y los verdes, sugiere situaciones, con un léxico visual cada vez más concentrado y potente: las horizontales de la tierra y el río como fondo de figuras enhiestas y solitarias, frecuentemente femeninas: "Es la islera anónima, parda, de contornos desdibujados, idéntica a sí misma, que camina frente al horizonte y pareciera beberse la inmensidad de un solo trago".
Otro paso fue dado al incorporar carbonatos, enduidos, arena o piedra pómez al pigmento para conseguir mayor fuerza expresiva en la superficie y encaminarse hacia un manejo de las veladuras, barnices y facturas contrastantes cada vez más intenso, de manera tal, que cualquier exceso en el proceso de decantación abstracta quedaba conjurado.
En la última etapa —salvo cuando recibe cimbronazos que lo enfrentan a problemas concretos como la inundación litoraleña de 1965 de cuya experiencia surgió una exposición—la poesía de su identificación con el paisaje adquiere dimensiones metafísicas: Casas en un espacio blanco, Del otro lado del tiempo, Paisaje donde el tiempo no existe, Más allá del silencio, Nacimiento de un fantasma, La llegada de los duendes.
Supisiche más que un rescate de la memoria hace un rescate del presente; no hace ninguna prédica ideológica ni ninguna intelectualización sobre el dolor, la soledad y la miseria. Su mirada denuncia como una de las crueldades de su tiempo, la indiferencia colectiva.

Nelly Perazzo